Menores extranjeros no acompañados
En la entrada de esta semana he decido hablar de los menores inmigrantes no acompañados, ya que asistí a un seminario sobre este tema que se celebro en mi facultad. En el seminario nos hablaron de varias cuestiones que rodean este tema como por ejemplo la situación actual del fenómeno de los menores extranjeros no acompañados, la prevención en los países de procedencia desde la cooperación al desarrollo, plantearon si era el educador social era el perfil profesional idóneo para tratar con menores extranjeros y un muchos temas más.
España está padeciendo hace ya más de un año un importante aumento en la llegada de menores extranjeros no acompañados procedentes fundamentalmente de Marruecos. Los sistemas de protección autonómicos realizan grandes esfuerzos para favorecer la acogida de estos niños que presentan características diferentes a las de los niños españoles que residen en los centros de protección.
Los conocidos técnicamente como MENA son aquellos niños/as y adolescentes, menores de 18 años, de origen extranjero, que se encuentran separados de sus padres y que tampoco están bajo el cuidado de ningún otro adulto. Esta circunstancia de ser menores y no estar acompañados de una persona adulta sitúa a los MENA automáticamente en una situación de desamparo y de riesgo. Entre los motivos que llevan a menores a salir solos de sus países de origen encontramos la pobreza, situaciones de desestructuración familiar y desprotección institucional, falta de oportunidades, la guerra o la violencia, catástrofes naturales, persecución y situaciones de violación generalizada de los derechos humanos.
Los menores extranjeros no acompañados son víctimas de una doble discriminación. Porque se prima su condición de extranjeros sobre su condición de niños al no darles la misma atención que al resto de menores en situación de desamparo. Pero también porque se les discrimina con respecto a los menores que llegan acompañados de sus padres o de otros adultos, que sí acceden a los recursos que les corresponden por su edad.
La aportación que hacen los educadores y educadoras sociales es indudable: desde acoger en un primer momento a un niño o niña atendiendo a las primeras necesidades básicas de alimentación, higiene, descanso y cuidados, atender también las necesidades no materiales entendidas como un derecho humano, como la escucha y el acompañamiento emocional, hasta estudiar y proyectar, por cada caso, la situación más beneficiosa atendiendo variables como la edad, la documentación, el estado emocional, así como el respeto a los ritmos, las exigencias y características del momento que viven personalmente y socialmente los niños y niñas; pero sobre todo, teniendo en cuenta su objetivo, por el que han decidido "viajar" hacia aquí. De hecho, el educador y la educadora social conjuntamente con otros organismos e instituciones, trabaja siempre desde los intereses personales del sujeto que acompaña con el fin de velar por su bienestar y contribuir a mejorar sus condiciones de vida y su desarrollo.
Es nuestra responsabilidad garantizar la seguridad y la integridad de estos niños, darles alternativas para que puedan desarrollar un proyecto vital y preservar los derechos de la infancia porque ante todo son menores.
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